jueves, 23 de diciembre de 2010

EPOCA PRECOLOMBINA, N # 1








EPOCA PRECOLOMBINA, CONQUISTA E INDEPENDENCIA

La historia de El Salvador es la propia de un país centroamericano que ha pasado por diversos periodos, los cuales han marcado su actual estado económico, político y social. Antes de la llegada de los conquistadores españoles a tierras americanas, el territorio estaba habitado por diversos pueblos amerindios que ya habían formado órdenes sociales sofisticados; con la conquista, el sincretismo y el sometimiento toman protagonismo hasta que, en consecuencia de la explotación y motivos externos, El Salvador logra su independencia en 1821, comenzando ahí un periodo de convulsión política, liderado por los grandes terratenientes. En 1931 inicia un periodo conocido como la "dictadura militar", donde el ejército controla al Estado hasta 1979. Durante la década de 1980, una guerra civil azotó con fuerza a la sociedad salvadoreña, dejando un saldo de muertos y desaparecidos sin precedentes en su historia. Es en 1992 cuando se firman los Acuerdos de Paz de Chapultepec, evento que marca el inicio de una nueva época en la historia de la nación. En la actualidad, la situación económica y social tiende a dificultar las posibilidades de superación de la población.

Época precolombina

Antes de la conquista española, el territorio que actualmente ocupa la República de El Salvador estaba ocupado por tres grandes Estados y varios principados. Entre los pueblos indígenas de la región se encontraban los lencas, chortis, xincas, uluas, Chorotegas, pocomames, y pipiles, todos ellos pertenecientes al área cultural mesoamericana.

En un principio, El Salvador estuvo habitado por grupos que reciben el nombre de paleoindios. Uno de los lugares donde mejor se conserva su huella es la Cueva del Espíritu Santo. En el 1500 adC llegaron los mayas y lencas. Entre el 600 y 1000 se establece la cultura de Cotzumalhuapa, cuya evidencia arqueológica en El Salvador ha sido descubierta en Cara Sucia. Al mismo tiempo, los lencas de la zona oriental formaron el principado de Managuara Najochán. En el año 900, por causa de la llegada de personas pertenecientes a la familia real de Copán, el principado se dividió en tres coronas: Managuara, Sesori Cacaguatique y Uxulvután (Usulután). En el siglo XIV se volvio a reunificar con el nombre de Principado Maya-Lenca de Najochan que sobrevio hasta la conquista española en 1530.

Durante el periodo clásico, los sitios dominantes del área occidental y central comerciaban y se veían influenciados grandemente (más aún en la arquitectura) por Copán; las evidencias encontradas en Tazumal y San Andrés sugieren que los antiguos gobernantes no participaban mucho de la política maya, ya que dichos soberanos contaban con sus propios sistemas culturales. Para el periodo Clásico Tardío los grupos étnicos y etnias eran: lencas (potones y taulepas), uluas (cacaoperas), mayas (chortíes y pocomames), xincas y Chorotegas.

Los pipiles

En el 900 llegaron los pipiles. Desde esa fecha hasta el 1200 se llama a ese período Epiclásico. Fue en ese tiempo cuando los indígenas que habían vivido allí antes de los pipiles, lograron mantener su soberanía aliándose con ellos en sitios como Tazumal —habitada por pocomames— y en Cihuatán — construída en este período por mayas y lencas—. Hacia 1200 los pipiles atacaron, y estos sitios fueron abandonados para siempre. Atiquizaya fue convertida en capital de un señorío pocomam que ocupaba gran parte de Ahuachapán y parte de Santa Ana. La cultura de los pipiles era similar a la de otros pueblos del Centro de Mesoamérica, especialmente de las nahuas (tolteca).

Los pipiles encabezaron varios cacicazgos en el territorio, como Ahuachapán, Apaneca, Apastepeque, Cuzcatlán, Guacotecti, Ixtepetl, Izalco y Tehuacán. De ellos, el de Cuzcatlán fue el que logró imponer su hegemonía, al unificar el territorio pipil para crear el Señorío de Cuzcatlán, que estaba organizado como una federación. De esta forma, sobrevivieron los cacicazgos sometidos, como estados o departamentos que eran dependientes del cacique de Cuzcatlán. Esta urbe indígena, dinámica, próspera y floreciente, fue fundada en 1054 por el último de los soberanos de Tula del Anihuac: el rey Topilzin Acxitl o Quetzalcóhuat II, Ilamado también Co-Acatl (1-Cal-aa) y Moconetzin ("el Niño de Maguey"), asentada en el valle del volcán de Quezaltepec y el río Acelhuate.

Durante cinco siglos, Cuzcatlán o Cuzcatlin reafirmó su categoria de gran ciudad y fue el centro motor de la civilización pipil. En la primera mitad del Siglo XVI eran imprecisos los límites jurisdiccionales de las gobernaciones de Guatemala, a cargo de Pedro de Alvarado, y de Nicaragua, presidida por Pedrarias Dávila. Por esa época, los pilotos Pedro Miguel y Pedro Corzo recorrieron el litoral Sur del actual territorio salvadoreño.

Cacique Pipil

En una carta dada en León Viejo, el 15 de enero de 1529 y dirigida por el Gobernador de Nicaragua Pedrarias Dávila al Emperador Carlos V de Alemania y I de España, se lee que han “divisado a Nequepio (nombre que los chorotegas o mangues daban a Cuzcatlin), al poniente por la Mar del Sur hasta Cuzcatlin".

Andrés Niño, descubridor de El Salvador

El 26 de enero de 1522 partió de Tararequi la expedición del capitán Gil González de Avila y el piloto mayor Andrés Niño, la cual llegó sin novedad a cabo Hermosa o puerto de La Herradura, en la extremidad Sur de la península de Nicoya.

Aqui desembarcó el capitán y el grueso del ejército, que realizarían la conquista de la Isla de Nicoya y costa meridional de Nicaragua. Mientras, Andrés Niño seguiría navegando hacia el Poniente, en busca de un estrecho o canal que pusiera en contacto a los océanos Pacífico y Atlántico.

En este viaje, Niño descubrió la Bahía de Corinto (Nicaragua) a la que denominó La Posesión, en seguida, un hermoso golfo al que Ilamó Golfo de Fonseca, en honor a fray Juan Rodríguez de Fonseca, y a una isla redonda y poblada (Meanguera), la nombró Petronila, en honor a una sobrina muy querida de aquel prelado y funcionario español o bien porque arribó a dicha ínsula el 31 de mayo de 1522 día consagrado por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana a la Santa de ese nombre. Después descubrió la bahia de Xiriualtique (Jiquilisco), la desembocadura del Río Grande de Lempa, la punta Remedios y llegó hasta el golfo de Tehuantepec, en México. Andrés Niño fue el descubridor de El Salvador y la isla de Meanguera la primera tierra salvadoreña pisada por el soldado español.

Origen del Nombre

La festividad católica del Santísimo Salvador rememora el milagro bíblico de la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor, cuando en presencia de San Pedro, San Juan y Santiago se presentó, según los Evangelios, glorioso ante Moisés y Elías.

Esta solemnidad litúrgica de la Iglesia Católica Apostólica Romana fue instituida en 1457, por el Papa Calixto III, en acción de gracias al Divino Salvador del Mundo por la victoria que en el año precedente obtuvieron en las puertas de Belgrado los ejércitos cristianos sobre las fuerzas invasoras musulmanas capitaneadas por Mahomet III. Victoria que detuvo la penetración de los turcos en la península de los Balcanes.

A partir de estos hechos, muchas poblaciones y lugares fueron designados en la Europa cristiana con el nombre de San Salvador y muchas iglesias colocadas bajo la advocación o patronato del Divino Salvador del Mundo.

Grupos mayenses

A mediados del siglo XI, los mayas chortí —que habían ocupado desde mucho tiempo atrás la región al norte del río Lempa en la zona del distrito de Metapán (Santa Ana) y en Chalatenango— crearon el Reino Payaquí, que ocupaba también regiones de las actuales Guatemala y Honduras. En el siglo XIII recibió la influencia cultural de los pipiles, a tal grado que cuando llegaron los españoles, se hablaba en gran parte de la región el alajuilak, una lengua que combinaba elementos del chortí y el nahuat. Al igual que Najochán, el reino payaquí era un Estado confederado. En el año 1400, los pipiles conquistaron el señorío de los pocomames y su capital, Atiquizaya. [2].

Fuerza Armada Precolombina

1. Pueblos aborígenes de El Salvador:

El territorio salvadoreño tiene una superficie aproximada de 20,751 km2.

En la época precolombina dicho feraz territorio se encontraba habitado por tribus mongoloides, que hablaban diferentes lenguas y dialectos y habían alcanzado diversos grados de civilización.

Estas tribus sedentarias eran las siguientes: pipiles o yaquis (Grupo Nahua o Nahoa), mixe, pocomame y chorti (Grupo Maya-Quiché), potones y taulepas (Grupo Lenca), cacaoperas o matagalpas (Grupo Ulua), ximcas y mangues o chorotegas (Grupo Chiapaneco).

Desde el punto de vista de grado de civilización todos estos demos, como en general todos los de América, estaban inmersos en la Edad de la Piedra, los más primitivos en el Paleolítico,[1] con un régimen de alimentación basado en la yuca y otros tubérculos farináceos, y los más avanzados en el Neolítico,[2] aproximándose tímidamente al Calcolítico, [3] con una agricultura dominada por dos plantas sagradas: el frijol y el maíz, cuyos granos duros y secos son susceptibles de ser almacenados en trojas o en vainas y en tusas.

Las tribus presalvadoreñas que eclosionaron en la "cultura del barro", decididamente permanecían en una abismal desventaja con relación a las culturas europeas, específicamente la española, que llegaron más allá de la "Edad de los Metales": el hierro y el bronce, con una tecnología que incorporó al patrimonio de América, la rueda, la fragua, el torno de alfarero, las múltiples herramientas, las armas de fuego y otros adelantos que conmocionaron, vigorizaron y diversificaron las civilizaciones del Antiguo Mundo.

2. Los Estados precolombinos:

En los tiempos prehispánicos se erigieron en el “nuevo mundo” muy pocos macro-estados, unos organizados a manera de democracias castrenses como la Confederación Azteca, en la mesa del Anáhuac (México), y otros a manera de monarquías absolutas, como los Quichés y Cakchiqueles en los Cuchumatanes y estribaciones de la Sierra Madre Centroamericana (Guatemala) y los Incas en la abrupta Cordillera de los Andes (Perú).

Empero, por lo general, y así sucedía en la más conspicua civilización aborigen: la maya, los diferentes pueblos constituían Estados-Ciudades, conrayanos e independientes entre sí, víctimas de frecuentes confrontaciones tribales y de las zozobras que imponía la posibilidad de asaltos y pillajes de los convecinos.

En el mosaico de las etnias precolombinas que poblaron el territorio hoy salvadoreño, los pipiles [4] o yaquis [5] formaban el más homogéneo grupo de pueblos de idioma náhuat [6] extendidos desde el Río Paz hasta el Bajo Lempa, organizados no en "Señoríos" sino en cacicazgos o Estados-Ciudades.

Refiere el Lic. Diego García de Palacio [7] que cuando "fallecía el cacique lo lloraba el pueblo cuatro días y cuatro noches; a la cuarta noche cuando amanecía salía el papa [8] y decía que el ánima de aquel cacique estaba con los dioses y que no llorasen más; se enterraba en su propia casa, sentado y vestido con todos sus bienes, y aquellas cuatro noches y días su llorar era como a manera de mitote [9], cantaban sus hazañas y linajes".

"Luego otro, día el Papa y todos los demás del pueblo tomaban por señor al hijo, al hermano o al pariente mas cercano". En todo caso, el sucesor era un Tatoni [10] elegido previamente por los jefes guerreros de las tribus, porque resalta evidente que los pipiles constituían sociedades políticas organizadas en la forma de verdaderas democracias militares.

"Y a la elección de éste –anota García de Palacios- se hacían grandes fiestas, bailes y sacrificios, y él (el nuevo cacique) daba de comer a todos los capitanes y sacerdotes en su casa".

Dicho soberano o cacique ostentaba el título de Tagatécu. [11] Él actuaba como rey absoluto o más acertadamente como los patriarcas hebreos: en el orden religioso de las ceremonias del culto pagano; en el judicial, impartía justicia de acuerdo al derecho consuetudinario; en el administrativo, percibía tributos y en tiempos de guerra, asumía la dirección del Ejército.

Como segundo en el gobierno se elegía a un príncipe valiente, quien ostentaría el título de Cihuacúat [12], magistrado supremo que impartía justicia y cuyo poder igualaba al de tagatécu. Dicha dignidad tenía claras reminiscencias totémicas y sobre todo de la antigua ginecogracia que fue la organización familiar durante el horizonte hortícola de la prehistoria americana.

3. Vestuario de los guerreros.

Tanto en las vasijas policromas como en los códices o manuscritos jeroglíficos y en "los frescos" o pinturas parietales que recuerdan al arte paleolítico de las cavernas, todo esto a veces respaldado por referencias esporádicas de cronistas españoles e informantes de indias, hay pruebas irrecusables de que no variaba fundamentalmente el vestuario civil del castrense.

En efecto: eran los mismos el mashte, especie de braga o taparrabo que cubría las partes pudendas y el cotón, camisa de algodón, sin mangas y de escote rectangular, pues por desconocer las tijeras no arribaron los indígenas al escote circular.[13]

4. Vida militar en tiempos de paz.

En los cortos períodos en que no se producían saqueos o enfrentamientos bélicos tanto las armas ofensivas como las defensivas se manufacturaban y guardaban en un tecpan [14], un verdadero arsenal de guerra nombrado por los pipiles tacuzcalcu [15].

Desde el punto de vista castrense, los pipiles estaban organizados en dos órdenes militares: la de los Ocelotes [16] o Caballeros Tigres y la de los Cuauhcue [17] o Caballeros Aguilas.

Más tarde apareció una tercera orden guerrera: la de los Teculucelus [18] o Valientes Búhos.

Los pipiles habían organizado dos institutos en los que se enseñaban a los mancebos el manejo de las armas y en donde obtenían la jerarquía de militares profesionales: el Telpúshcal [19] y el Calmécat [20].

Del primero de estos colegios salían los tiacauh [21] y del segundo, los tequihua [22].

Los pipiles se reputaban excelentes guerreros y figuraban como bien entrenados y temibles soldados: "Los que eran soldados de la guerra- expresa el oidor Lic. Diego García de Palacios- no dormían en sus casas con sus mujeres sino en unos calpules [23] que tenían dispuestos para ellos; lo propio ocurría con los mancebos que mostraban el arte de la milicia, y de día iban a casa de sus mujeres a comer y beber, y de allí a sus milpas y siempre quedaba una compañía a guardar el pueblo".

Con similar organización actuaban los pocomames y chortis, en el norte salvadoreño; y potones y taulepas, en el oriente.

5. Perturbaciones bélicas.

Las guerras se suscitaban entre cacicazgos circunvecinos por disputas de ojos de agua y vertientes, rapto de doncellas, pillaje de granos de primera necesidad en épocas de hambruna, rencillas entre tatunímet,[24] y otras causas de similar envergadura.

Cuando no se trataba de actos de asalto y despojo sino que existía una clara y manifiesta voluntad de ir a la guerra con todas sus consecuencias, el pueblo que sería objeto del ataque enemigo procedía a limpiar el terreno donde se libraría el combate.

Esto era señal incuestionable de que se aceptaba la lucha armada, el reto provocador del adversario, a efecto de dirimir la disputa según los usos y costumbres de la guerra.

Para conocer y deliberar respecto a la guerra y la paz se juntaban el papahua, [25] el Tupilzín,[26] el tehuamatine [27] y los cuatro teupishques, [28] y por sus suertes y hechicerías, según creencias paganas, sabían si harían guerra a sus enemigos o bien si algún enemigo se preparaba para arremeter contra ellos.

En este último caso, llamaban al tagatécu, al cihuacúa y a los capitanes de guerra y les informaban sobre cómo venían los adversarios y les sugerían en qué lugar debían esperarlos para hacer la guerra.

Ahora bien, antes de iniciarse la confrontación armada el sacerdote hechicero sacrificaba un shúlut [29] descuartizándolo para averiguar, a través de la observación de las vísceras, si sería o no favorable la contienda.

Al iniciarse la batalla los guerreros pipiles tocaban el teponaguaste [30], tambores, caparachos de tortuga, maracas, caracoles, ocarinas de barro politonales, chirimías o flautas sin lengüeta, etc. que producía un ruido ensordecedor, mientras los combatientes, proferían gritos o alaridos espeluznantes.

6. Sacrificios de la victoria.

Refiere el Lic. Diego García de Palacio, que para los pipiles la victoria militar constituía motivo de grandes celebraciones pagano-religiosas.

"El cacique-apunta, percibía toda la gente de guerra, y salía en busca de sus enemigos, y si tenía victoria en la batalla, luego el cacique (tagatécu) despachaba correos al Papahua (sumo sacerdote) y le avisaba el día que había sucedido y el sabio tehuamatine veía a quien se habría de hacer el sacrificio".

"Si era a Quetzalcoatl [31] duraba el mitote 15 días y cada día sacrificaban un indio de los que habían cautivado en la batalla; y si era a Itzcueye [32] duraba el mitote cinco días, y cada día sacrificaban otro indio".

En el sacrificio de la victoria, uno de los más importantes, se procedía así:

"Todos los que se hallaron en la guerra venían en ordenanza cantando y bailando, y traían a los que habían de sacrificar con muchas plumas (de quetzal) y chalchihuites [33] en los pies y manos, con sartas de cacao en el pescuezo, y éstas traían los capitanes en medio de sí".

"Salían el Papahua y sacerdotes con los demás del pueblo a recibirlos con baile y música mitote y los caciques y capitanes ofrecían al Papahua aquellos indios para el sacrificio. Ivanse luego todos juntos al patio de su teupa, [34] y bailaban en medio del patio, ponían una piedra como apoyo (era del sacrificio humano), y sobre él echaban al indio que habían de sacrificar de espaldas y los cuatro sacerdotes (teupishques) tenían al indio de pies y manos, salía el mayordomo (Tupilzín) con muchas plumas y cargado de cascabeles con un navajón de piedra (de obsidiana) en la mano, y le habría el pecho, y le sacaba el corazón y en sacándolo lo echa en alto a las partes de los cuatro vientos, y la quinta vez lo echa en medio del patio derecho en cuanto podía y decía, tenía Dios el premio de esta victoria."

"Este sacrificio era público, que todos los chicos y grandes lo veían."

7. Armas ofensivas y defensivas.

Las principales armas ofensivas o de ataque de los pipiles eran:

La lanza o tecuz, temible arma de asta larga y de punta afilada y templada al fuego: los pipiles y lencas utilizaban varas sumamente duras obtenidas del árbol llamado güiligüiste. A veces, en las puntas de estas jabalinas, se colocaban cuchillas de obsidiana o de pedernal. Las astas tenían, según Pedro de Alvarado, 30 palmos de longitud, equivalente a 7.5 varas o 6.30 mts. [35].

La macana o macuáhuit [36] consistía en una porra o mazo erizado de afilados cuchillos de obsidiana vidrio volcánico o de pedernal (cuarzo amarillento).

Poseían otra clase de macana: consistía en unas tablas planas de madera con ranuras o incisiones donde se adaptaban filosas hojas o lascas de las rocas mencionadas.

El binomio arco o tauítul [37]y flecha o mit. [38] Ingenioso aparato de caza y guerra de invención casi universal y acompañante del hombre desde la más remota prehistoria, consiste de dos partes: 1) Un asta corta o varilla vegetal seca, que posee en un extremo una punta aguzada y en el otro una ranura para colocar y estirar la cuerda del arco, y en derredor de la cual, un haz de plumas da estabilidad al artefacto durante su recorrido. En la punta del asta arrojadiza solía adaptarse lascas hirientes de obsidiana o pedernal; y 2) una vara flexible o bejuco en cuyos extremos se coloca bien ajustada una cuerda, que al ser estirada, dispara con fuerza la flecha.

Disponían, como armas defensivas, con dos tipos de escudos: un disco o rodela llamado malacate [39] que servía en los combates cuerpo a cuerpo, con el auxilio de macanas; y unos corseletes de algodón, que cubría los guerreros de pies a coronilla, según testimonio de Pedro de Alvarado, con los cuales se aminoraba o neutralizaba el impacto de las flechas y las lanzas.

Nuestros aborígenes desconocían las armas blancas tanto de bronce como de hierro y asimismo las armas de fuego: ellos, como en toda la América, vivían en la Edad de la Piedra.


Organización política antes de la conquista.

Antes y durante la conquista, el territorio que en el futuro sería El Salvador se encontraba dividido en 3 partes:

Reino Payaquí (Señorío Chorti) (se extendió al norte del río Lempa y formado también con territorios en Guatemala y Honduras)

Señorío de Cuzcatlán (se extendió desde el río Paz hasta el río Lempa)

Principado Maya-Lenca de Najochan (conformado por la zona oriental de El Salvador y la zona oriental y pacifica de Honduras)[3]

Conquista de El Salvador (1524-1530)

El 31 de mayo de 1522 el español Andrés Niño, a la cabeza de una expedición, desembarcó en la isla de Meanguera en el (golfo de Fonseca); y posteriormente descubrió la bahía de Jiquilisco y la desembocadura del río Lempa.

En junio de 1524, Pedro de Alvarado salió de la población de Iximché en el actual territorio de Guatemala para iniciar el proceso de conquista de Cuscatlán. Bajo su mando estaban unos 250 soldados españoles y unos 6,000 indígenas aliados, principalmente tlaxcaltecas. Luego de pasar por los poblados de Itzcuintepec, Atiepac, Tacuilula, Taxisco, Guazacapán, Chiquimulilla, Tzinacaután, Naucintlán y Paxco, llegó a las riberas occidentales del río Paz, y lo cruzó para internarse en los territorios pipiles.

Luego de algunas leguas de camino llegó a una población de Mochizalco (hoy Nahuizalco), que Alvarado encontró desierta, debido a que sus habitantes la habían abandonado luego de enterarse de los atropellos que había realizado al otro lado del río Paz. Luego continuó hasta la población de Acatepec que también había sido abandonada por sus habitantes.

Alvarado continuó hacia el sur y llegó a la población de Acaxual (Acajutla); al continuar, se encontró a media legua del pueblo con el ejército pipil, entablándose una cruenta batalla. El mismo Alvarado fue alcanzado con una flecha en el fémur, quedando herido de gravedad.

Luego de la batalla, Alvarado realizó un repliegue para curar a los heridos, permaneciendo unos cinco días en Acaxual. A pesar de la gravedad de su herida, que le obligaba a permanecer en la retaguardia, marchó contra el poblado de Tacuxalco (hoy Nahuilingo), que se encontraba situado al sur de la actual ciudad de Sonsonate; allí se entabló una desigual batalla con enormes pérdidas para el ejército pipil. Los españoles descansaron un par de días y continuaron hacia Miahuatán, que encontraron desierta. Al pasar esta población prácticamente abandonaron territorio de los izalcos e ingresaron a territorio del Señorío de Cuzcatlán.

Al llegar a la población de Atehuan (actualmente Ateos, La Libertad) recibió mensajeros que traían una declaración de paz de los Señores de Cuscatlán; sin embargo Alvarado avanzó hacia la ciudad de Cuscatlán y encontrándola desierta. Parece ser que en julio de 1524, Alvarado regresó a Guatemala debido a las condiciones climatológicas. La conquista continuó hasta el año de 1525, y se tienen datos de que la villa de San Salvador fue fundada por Diego de Holguín y Gonzalo de Alvarado el 1 de abril de 1525 en el sitio conocido como Ciudad Vieja, en el valle de la Bermuda, a 8 kilómetros al sur de la actual Suchitoto. En 1526 estalló una sublevación indígena que obligó a abandonar la villa.

En 1528, la villa de San Salvador fue refundada por Diego de Alvarado. En 1530, una expedición al mando del capitán Luis de Moscoso conquistó la zona oriental y fundó la villa de San Miguel de la Frontera. En 1530 Fernando de Chávez y Juan Pérez Dardón (enviados por Pedro de Alvarado) derrotan a Copán Calel en Cítala, siendo apresado y ejecutado finalmente en La Ermita. En 1537 es vencido Lémpira (líder de la resistencia lenca) en Honduras. En 1540 el área de El Salvador es pacificada, quedando el actual territorio salvadoreño plenamente controlado por los españoles[4].

Líderes indígenas que defendieron los Señoríos durante la conquista

Atonal. Guerrero, cacique de Izalco luchó en las batallas de Acaxual (actualmente Acajutla) y Tacuzcalco (pertenecientes al Señorío de Cuscatlán), fue asesinado no mucho después de esta última en 1524.

Atlacatl Señor de Cuscatlán. Organizó la defensa desde 1524 hasta ser derrotado y ahorcado en 1528. Sin embargo, existen teorías que afirman que Atlacatl en realidad no existió como persona; más bien era un titulo para los caciques de Cuscatlan.

Copan Calel (Rey payaquí) fue derrotado en Citala y vencido finalmente en La Ermita en 1530.

Antu Silan Ulap (princesa Maya-Lenca) Defendió con éxito a principios de 1530, pero tuvo que retirase por estar cerca del parto: dejó en su lugar a Lempira.
Lempira. Guerrero y príncipe Maya-Lenca provisorio. Defendió y fue derrotado en 1537[5].

Españoles que conquistaron El Salvador

Pedro de Alvarado (Derrotó a Atonal, y fue derrotado por Atlacatl en 1525 ). Venció a Lempira en 1537.
Gonzalo de Alvarado (Fundador de la Villa de San Salvador en 1525 )
Diego de Alvarado (Venció a Atlacatl en 1528)[6]
Luis de Moscoso (Derroto a Martín Estete y fundo la villa de San Miguel de la frontera a principios de 1530)
Hernando de Chavez y
Juan Pérez Dardón (Vencieron a Copán Calel y conquistaron el Reino Payaquí en 1530)

Época colonial (1530-1821)

La conquista del territorio significó el fin de una época de poblamiento indígena que había durado varios milenios. Después de miles de años de aislamiento, el territorio fue incorporado por la fuerza al Imperio español y convertido en colonia. El Imperio determinó que el territorio que hoy ocupa El Salvador formara parte de la Capitanía General de Guatemala, la cual dependía administrativamente del virrey de la Nueva España. La población nativa sobreviviente, diezmada por las guerras de conquista y por las nuevas enfermedades provenientes de Europa, pasaron a ser "indios" y su trabajo sería servir a sus conquistadores.

En los años que siguieron a la conquista, los españoles introdujeron animales y cultivos europeos en el territorio de El Salvador. Hubo un gran esfuerzo para inculcar la cultura y la religión de los conquistadores a los indígenas. Las órdenes religiosas, en especial los franciscanos y dominicos, colaboraron con el Imperio español en el proceso de evangelización. Se estableció el sistema de la encomienda, para controlar a la población nativa. Este sistema fue la recompensa que recibió cada conquistador por su servicio a la Corona.

La encomienda consistía en la asignación de un número específico de indígenas adultos, quiénes debían pagarle al encomendero, un tributo en productos o trabajo. Este sistema se prestó para muchos abusos en contra de los aborígenes. La esclavitud de los nativos fue expresamente prohibida en 1542, por las Leyes Nuevas. La Corona española estableció la caducidad de las encomiendas, generalmente después de un período de dos vidas, (es decir, después de la muerte de la primera generación de descendientes del encomendero), pasando los indígenas a pagar un tributo directo al Rey.

Como el territorio salvadoreño carecía de riquezas minerales importantes, la agricultura se transformó en la base de las actividades económicas. Entre 1550 y 1600, las dos actividades principales fueron el cultivo del cacao, realizado principalmente en la región de los Izalcos en el actual departamento de Sonsonate; y la extracción de la resina del árbol de bálsamo en la región costera. En el siglo XVII, la siembra del cacao decayó, y fue sustituido por el cultivo del jiquilite, la planta que sirve de base para la elaboración del colorante del añil.

Durante el período colonial, se produjo un proceso de mestizaje entre indígenas, negros y españoles. Para el momento de la Independencia, los mestizos constituían la mayor parte de la población del territorio.

La sociedad colonial salvadoreña estaba fuertemente segmentada. Por un lado, existía toda una codificación acerca de las relaciones entre los grupos étnicos. Existía el concepto que la posición que una persona ocupaba en la escala social, debía estar de acuerdo con una supuesta mezcla de sangres. Mientras más sangre española, mejor posición, por ello los españoles penínsulares ocupaban las posiciones de privilegio, en especial los puestos más altos del gobierno colonial.

Organización territorial de El Salvador en la colonia

La Nueva España (1535-1821) era el virreinato español que se extendía desde el Oeste de los Estados Unidos hasta Costa Rica en Centroamérica, teniendo su capital en la Ciudad de México. De este virreinato dependía la Capitanía General de Guatemala (comprendida por los actuales territorios de Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Honduras y Nicaragua).

Desde 1532 hasta 1786 el país que en el futuro sería El Salvador, estaba dividido de esta forma:

Alcaldía Mayor de Sonsonate (los actuales departamentos de Sonsonate, Ahuachapán y agregado también el distrito de Chalchuapa, hoy del Departamento de Santa Ana)

Alcaldía Mayor de San Salvador (con toda la zona central y el Departamento de Santa Ana)

Alcaldía Mayor de San Miguel (toda la zona oriental)
Desde 1786 hasta 1824 como parte de las reformas borbónicas, se reorganizó el territorio:

Alcaldía Mayor de Sonsonate
Intendencia de San Salvador (formada por las Alcaldías Mayores de San Salvador y San Miguel)

Proceso de Independencia (1811-1821)

Desde las últimas décadas del siglo XVIII, en diversas regiones de América Latina, tuvieron lugar varias rebeliones en contra del dominio español, algunas más exitosas que otras. En Centroamérica, el sentimiento de independencia comenzó a crecer entre los criollos, que influidos por las ideas liberales de la Ilustración, veían en el proceso de independencia de los Estados Unidos y en la Revolución Francesa, un ejemplo a seguir. Se sabe que líderes del movimiento independentista centroamericano como José Matías Delgado, José Simeón Cañas y José Cecilio del Valle, eran conocedores de las ideas de libertad individual e igualdad ante la ley, propugnadas por la Ilustración.

En la primera década del siglo XIX, las autoridades coloniales españolas, realizaron una serie de medidas fiscales y económicas impopulares, como el aumento de tributos y la consolidación de deudas estatales, para financiar las guerras europeas de la Corona española. Estas medidas acrecentaron el sentimiento de independencia entre los criollos.

Los historiadores consideran que el fenómeno que sirvió como detonante al proceso de independencia de Centroamérica, fue la Invasión Napoleónica a España en 1808 que significó el colapso temporal de la autoridad real.

En el período de 1808 a 1814, se produjeron varios importantes alzamientos en el territorio de la Intendencia de San Salvador:

El Alzamiento del 5 de noviembre de 1811. Fue vencido en diciembre de 1811. Conocido como el Primer Grito de Independencia, fue encabezado por José Matías Delgado, Manuel José Arce y los hermanos Aguilar en San Salvador. Se extendió en los días siguientes del mes de noviembre a las ciudadades de Santiago Nonualco, Usulután, Chalatenango, Santa Ana, Tejutla y Cojutepeque. Hubo 2 alzamientos relacionados con éste, que adquirieron relevancia, el del 20 de diciembre de 1811, ocurrido en Sensuntepeque, y el del 24 de noviembre de 1811, ocurrido en la ciudad de Metapán.
El Alzamiento de 24 de enero de 1814, ocurrido en San Salvador, no tuvo éxito y la mayoría de los líderes independentistas fueron arrestados; siendo uno de ellos, Santiago José Celís, asesinado. En este movimiento hubo una amplia participación popular.
En mayo de 1814, Fernando VII regresó a España como rey, e inmediatamente restableció el absolutismo, derogando la Constitución de Cádiz. Los efectos de las medidas reales se hicieron sentir en Centroamérica, donde el Capitán General de Guatemala, José de Bustamante y Guerra, desató una persecución en contra de los independentistas y los defensores de las ideas liberales, que se prolongaría hasta la destitución de Bustamante en 1817.

En 1820, la Revolución de Riego, en España, restableció la vigencia de la Constitución de Cádiz. El Capitán General de Guatemala, Carlos Urrutia, juró la Constitución en julio de ese año y poco después se convocó a elecciones para elegir ayuntamientos y diputaciones provinciales, además de permitirse la libertad de prensa en el territorio del Reino de Guatemala. Aprovechando el ambiente de libertad, comenzaron a publicarse en Guatemala, dos periódicos nuevos: El Editor Constitucional bajo la dirección del guatemalteco Pedro Molina, que defendía posiciones muy liberales, y El Amigo de la Patria dirigido por el hondureño José Cecilio del Valle, que defendía posiciones más conservadoras. En junio de 1821, el Capitán General Urrutia fue sustituido por Gabino Gaínza. En agosto llegaron a Centroamérica las noticias de la Independencia de México, bajo los términos establecidos en el Plan de Iguala de Agustín de Iturbide. Ante esta nueva realidad, Gaínza convocó a la reunión de notables del 15 de septiembre[7].

Independencia y Fuerza Armada


1. Una paz solo aparente.

El 19 de marzo de 1812, día consagrado a San José de acuerdo al santoral de la Iglesia Católica Apostólica Romana, se emitió en Cádiz y entró en vigencia, previo juramento de fidelidad y acatamiento, la Constitución Política de la Monarquía Española o "de las Españas", a la cual los peninsulares, en son de embromar, endilgaron el apodo de "la Pepa".

El 24 de septiembre y el 8 de octubre de 1812 era jurada la Carta Magna respectivamente por las autoridades coloniales en las ciudades de Guatemala y San Salvador, y luego se generalizaron actos similares en todo el Imperio.

Cuando se produjo aquel extraordinario y trascendente acontecimiento el Rey Fernando VII permanecía cautivo del Emperador de los Franceses Napoleón I en el castillo de Valencais y por lo tanto tenía incapacidad física y política de prestar el juramento de fidelidad a tal Código Máximo, y aun más, de dar exacto cumplimiento a sus mandatos.

Al retornar el soberano español de su precitado y humillante cautiverio expresó que en manera alguna, estaba dispuesto a prestar el juramento constitucional, pues España seguiría siendo una monarquía absoluta: el 4 de mayo de 1814 anunció semejante decisión a sus súbditos tanto de la metrópolis como ultramar.

La dictadura real cubrió con negros crespones a todo el Imperio y ante tan mayúscula e increíble torpeza se acicatearon e incendiaron los ánimos, y los pueblos de América Hispana entendieron bien el mensaje: había que romper en mil pedazos las cadenas y virotes de la dependencia política y crear nuevas naciones, sobre todo repúblicas democráticas representativas, en el ámbito de los antiguos reinos de ultramar.

Todo esto, pues, se tradujo en malestar y descontento popular. Los hechos configuraron dos poderosos partidos políticos: el conservador o servil, fiel al Rey y al régimen monárquico; y el liberal o fiebre, que aspiraba a la independencia absoluta y a la entronización de la república y la democracia.

Los realistas, conservadores o serviles trataron de apaciguar los ánimos y aminorar la fuerza revolucionaria de los insurgentes invocando este pasaje bíblico: "todo reino dividido entre sí, se desolará"; y aun invocado estos artículos de la revocada Constitución: "El amor a la patria es una de las principales obligaciones de los españoles" (Art. 6o.) y todo español está obligado a ser fiel a la Constitución, obedecer las leyes y respetar a las autoridades establecidas.(Art. 7o.).

Pero ocurrió, que estos mismos preceptos constitucionales se volcaron contra España y los dominadores peninsulares.

2. El Plan de Iguala.

El 28 de marzo de 1818 tomó posesión del rango de Presidente, Gobernador y Capitán General de Guatemala, en sustitución de don José de Bustamante y Guerra, el mandatario don Carlos de Urrutia y Montoya.

Quedaban bien atrás las épicas conmociones del 5 de noviembre de 1811 en San Salvador; de diciembre de 1811 en Granada, León y Rivas, en Nicaragua; del 21 de diciembre de 1813 en el Convento de Belén, en Guatemala; y del 24 de enero de 1814 nuevamente en San Salvador.

En cuanto al Virreinato de la Nueva España, sus autoridades decapitaron el movimiento emancipador de los protocaudillos de la libertad y soberanía del moderno Méjico: Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón.

De tal suerte, que todo parecía indicar el triunfo de la paz sobre la guerra y que en estos reinos no se perturbaría jamás tan apreciado don de Dios; pero no fue así porque acaeció en España un hecho histórico insólito: la insurrección del General Rafael del Riego y Núñez, en Cabezada de San Juan, el 1° de enero de 1820.

A raíz de este movimiento liberal reivindicador el Rey Fernando VII acordó, el 7 de marzo siguiente, jurar la Ley Fundamental de la Monarquía, como lo efectúo en Madrid el 9 de julio del mismo año.

Este suceso tuvo grandes repercusiones en América: inesperadamente, en las montañas del sur de la ciudad de México, se alzó en armas un desconocido caudillo: el General Vicente Guerrero, exigiendo la independencia del Virreinato de la Nueva España y la instalación de un gobierno nacional.

Don Juan Ruiz de Apodaca, Conde del Venadito y Virrey de Nueva España, envió contra el Jefe insurrecto una fuerza respetable al mando del Brigadier don Agustín Iturbide y Aramburo, quien en 1811 y 1814 había combatido con éxito a los insurgentes e inmortales curas mexicanos don Miguel Hidalgo y Costilla y don José María Morelos y Pavón, respectivamente.

Ante la convulsión independentista que agitaba a toda la América Española, con las gestas epónimas de José de San Martín y estelarmente de Simón Bolívar, el Brigadier Iturbide comprendió que la dominación española tocaba ya a su inevitable fin y que él, en un nuevo ordenamiento, bien podría desempeñar un brillante papel.

En consecuencia, antes de aventurarse a una contienda armada entre sus huestes y los insurgentes del general don Vicente Guerrero buscó un avenimiento con este famoso soldado.

Puestos de acuerdo, el 24 de febrero de 1821 proclamó el Plan de Iguala de las Tres Garantías. Estas eran:

1°. Independencia absoluta de la Nueva España bajo la forma de una monarquía constitucional, con el nombre de Imperio Mexicano. Se ofreció la corona a Fernando VII y en su defecto a otro príncipe de la Casa Borbónica reinante en España.

2°. Religión Católica, Apostólica y Romana, con exclusión de cualquier otro culto; y,

3°. Unión íntima e igualdad política absoluta de criollos o americanos y de chapetones o peninsulares.

El proyecto preindicado agradó tanto a los realistas o monarquistas (conservadores) como a los independentistas (liberales), porque era esencialmente un plan ecléctico que aseguraba la paz, la libertad y la concordia y, además, protegía los derechos seculares de la Iglesia oficial y única como los de los españoles nacidos en España o gachupines.

Mientras estos sucesos acaecían en el Virreinato de la Nueva España, el último Capitán General de Guatemala don Carlos Urrutia y Montoya, víctima de una hemiplejía desde agosto de 1820, a instancias de su confesor Presbítero y Doctor José Simeón Cañas y por recomendación también de sus médicos Dr. Pedro Molina y Dr. Vicente Carranza, depositó los altos mandos, a las 5 de la tarde del 9 de marzo de 1821, en el Sub-Inspector General del Ejército Brigadier don Gabino Gaínza, quien hacía poco tiempo había llegado con procedencia de la Intendencia de Quito.

El plan de Iguala, que como dejamos consignado combinaba sabiamente los intereses de los monarquistas, del clero, los independentistas, los militares y de la clase alta de la sociedad, circuló sin cortapizas por las provincias del vecino Reino de Guatemala: ¡Nadie podía contener el caudaloso torrente de la liberación de América Hispánica!.

El plan de las Tres Garantías fue acogido fervientemente en Comitán, Ciudad Real y Tuxtla, importantes ciudades de la Provincia de Chiapas en el Reino de Guatemala, cuyos ayuntamientos proclamaron en agosto y septiembre de 1821 su emancipación política de España y su incorporación ipso facto al Imperio Mexicano, invitando a las demás ciudades de dicho reino a que procedieran en idéntica forma.

3. Proclamación de la Soberanía Nacional.

El 15 de septiembre de 1821, como un justo premio al heroísmo y al sacrificio, el denuedo y al estoicismo principalmente del pueblo salvadoreño y de sus más preclaros varones, en el Palacio de los Capitanes Generales de la nueva Guatemala de la Asunción, se proclamó la independencia absoluta del Reino con respecto al gobierno español (Acuerdo 1o.), "Sin restricción a plan alguno, ni compromiso anterior" como señalara acertadamente el Canónigo Presbítero don Marcial Zabadua, conforme a unánime parecer de conservadores y liberales.

En esa misma fecha y por no haber consenso abrumador se transfirió a un futuro Congreso Nacional que debería reunirse el 1° de marzo de 1822 la potestad de decidir:

a) Si este nuevo Estado Americano segregado de España quedaba incorporado y fusionado al Imperio Mexicano; y

b) Si por el contrario, constituiría por si solo un Estado soberano, en cuyo caso sólo dicho Congreso Nacional (Asamblea Nacional Constituyente) era competente para fijar la forma de gobierno (monarquía moderada o absoluta, bien República unitaria, federada o confederada) y emitir la correspondiente Ley Fundamental.

Entre tanto, se estipuló que no hubiese "novedad en las autoridades establecidas y que éstas (tanto civiles como militares y eclesiásticas) sigan ejerciendo sus atribuciones respectivas con arreglo a la Constitución (de 1812), Decretos y leyes" (Acuerdo 7o.).

Asimismo, se dispuso que el Gobierno Superior Político Militar fuera ejercido, como hasta entonces, por el Brigadier don Gabino Gaínza, asesorado por una Junta Provisional Consultiva (Acuerdo 8o); y que "el juramento de independencia y fidelidad al Gobierno americano que se establezca" (Acuerdo 14o) lo debería prestar también los "Jefes políticos y militares" y " Tropas de las respectivas guarniciones" en todo el Reino (Acuerdo 15o).

De tal suerte, que en virtud del Acta memorable del 15 de septiembre de 1821, las Fuerzas Armadas de la derrumbada monarquía española se erigieron en las Fuerzas Armadas de un nuevo Estado soberano, que aun no había precisado su ser político, pero que estaba firmemente decidido por la independencia.

Así, se subrayaba uno de los capítulos mas hermosos de nuestra historia, pues como manifestó en notable discurso de circunstancias el sabio Presbítero, Doctor y Canónigo don José María Castilla: "Guatemala (Centro América) ha visto nacer su libertad, sin que su cuna fuese manchada con una gota de sangre; se ha hecho libre, sin que hayan llegado a sus oídos lamentos de víctimas; y pronunció su independencia sin los descalabros de los combates.

El carro de la guerra no ha surcado sus campos; el incendio no ha tocado sus hogares; la desvastación y la muerte no han sorprendido nuestros sueños".

4. Júbilo de los salvadoreños.

El Brigadier Gabino Gaínza, ascendido a Capitán General por el torrente revolucionario, en su concepto de Jefe de la Junta Provisional Consultiva hizo circular el Acta del 15 de Septiembre de 1821 y una proclama suya a los demás ayuntamientos del Reino de Guatemala.

En San Salvador, esos celebérrimos documentos fueron recibidos el 21 de septiembre de 1821 y a las nueve y media de la noche de dicho día el Intendente Jefe Político accidental Doctor Pedro Barriere y el Alcalde 1°. Constitucional don Casimiro García Valdeavellano dispusieron convocar al pueblo con "repiques de campanas, música y fuegos artificiales" a todos los individuos del Ayuntamiento de San Salvador, "a los jefes militares", al señor Cura Rector y Vicario Bachiller Crisanto Salazar, a los frailes de las órdenes monásticas y autoridades civiles, así como a "los vecinos principales de todas clases".

Después de cantarse un Te Deum Laudamus en la Iglesia Parroquial de San Salvador, que ocupaba el predio donde hoy se yergue la Iglesia del Rosario, y de recibir y aclamar el Acta del 15 de septiembre de 1821 "como monumento sagrado de nuestra libertad", autoridades y vecinos concurrieron a las Casas Consistoriales donde a pedimento y exigencias del pueblo el Alcalde 1° Constitucional Casimiro García Valdeavellano recibió del Intendente Jefe Político Doctor Pedro Barriere, que presidía al acto como máxima autoridad provincial, "el juramento debido para poder funcionar; y en efecto - dice al Acta respectiva -, lo hizo solemnemente por Dios Nuestro Señor, la Santa Cruz y los Santos Evangelios de guardar y hacer guardar la independencia, ser fiel a la monarquía americana que se establezca, y a las que se sancionen".

En los días 29 y 30 del propio mes de septiembre prestaron el juramento las autoridades y los vecinos de San Salvador, y en esta última fecha - dice un documento de la época- "el Coronel Comandante de las armas, Don José Rossi lo prestó en iguales términos (acoto: el juramento), al frente y en presencia de numeroso concurso para pasar a recibirlo de las tropas que estaba formada y concurrió a la solemnidad del acto".

La Fuerza Armada colonial, que operaba en la Intendencia de San Salvador se convertiría en el protoplasma de la Fuerza Armada Salvadoreña, la cual sería sometida a los avatares de la política y a cambios estructurales marcados por los sucesos revolucionarios definitorios de nuestra nación.


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